domingo, 22 de junio de 2008

Perverso divorcio

En estos días miles de jóvenes y sus familias de la sierra empiezan a vivir el ritual de la culminación de sus estudios secundarios. Paseos finales, fiestas y nostalgia. Pero también preocupación por el futuro. Mucha preocupación ¿Qué voy a hacer? ¿Qué profesión voy a seguir?¿Cómo puedo realizarme personal y profesionalmente, tener un ingreso digno y disfrutar de lo que hago? Son algunas de las preguntas que rondan la cabeza de estos chicos y chicas que están ingresando al mundo de las responsabilidades. Son las preocupaciones también de los padres y madres que quieren lo mejor para sus hijos. Obviamente son interrogantes y dudas de aquellos que tiene la posibilidad de seguir una carrera universitaria ya que los otros de su edad, la mayoría, sin opciones, son lanzados al mundo del trabajo mal remunerado o al desempleo.

Sin embargo, para estos futuros universitarios tampoco se les abre un abanico mayor de oportunidades. Aunque, es justo decirlo, en los últimos años las universidades han realizado esfuerzos por presentar una gama más amplia de carreras, algunas de las cuales junto con varias de las tradicionales conducen de igual manera al desempleo o subempleo “calificado”.

Más el problema no es creado por las universidades sino por el país que todavía no sabe a dónde va, por lo que no conoce ni puede conocer qué recursos humanos necesita para apuntalar un destino que ignora. Conocimiento que es un insumo básico a ser recogido por las universidades y el sistema educativo para el diseño de su oferta académica. Entonces a un país incierto no le toca sino reproducir año tras año una historia educativa que arroja al mercado laboral sobre todo secretarias, abogados y educadores que no necesita ni puede emplear.

En efecto, según datos del Ministerio de Educación solo 3 de cada diez jóvenes entre 15 a 19 años estudian el bachillerato. De estos el 58.81% están en el bachillerato técnico, 39.80% en el de ciencias, y el 0.39% en el de artes. Del técnico el 79% es en servicios (secretarias, contadores), el 13% industrial y el 8% agropecuario. Así mismo, según un reciente estudio de la investigadora Daniela Oleas, entre el 2001-2006 se graduaron 665.162 estudiantes: 41% en educación; 18% en administración y comercio; 16% en ciencias sociales; 9% en salud; 9 % en tecnología; 3% agrícola y pecuaria; 2% arquitectura y 2% en ciencias.

De los graduados en educación el 57% se enfocaron en la enseñanza superior y el 0,1% en la básica. De los graduados en ciencias sociales el 59% son abogados. Así el Ecuador se especializa todavía en las respetables carreras de secretarias y abogados en medio de la exigente y competitiva era del conocimiento, de la información, de la alta tecnología e industrialización.

Este perverso divorcio entre educación y desarrollo tiene que ser liquidado con urgencia. Montecristi y Carondelet tienen la responsabilidad de proponerle al Ecuador un proyecto-país, aspecto clave para cambiar el rumbo de la educación y de la historia. Mientras tanto, la generación de graduados de este año, con inteligencia tienen que asumir el desafío individual de no fracasar. Al menos para esto no estarán solos, contarán con el apoyo de sus padres.